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“UNA VISITA INESPERADA” DE FELIPE LÓPEZ MENDOZA (Editorial Amarti).

                                                                                    Por: Luis Eduardo  Ayala Pérez.

La Editorial Amarti empezó el 2017 con la publicación del libro “Una visita inesperada” de nuestro amigo Felipe López, muy querido y conocido en nuestra región. El libro está en todas las librerías de la ciudad, necesario de leerlo porque nos muestra el día a día de la convivencia con el visitante Adeno Carcinoma, es decir, el Cáncer.
Más antes que Felipe se contacte conmigo oí sobre el libro por parte de Marisol, una amiga pintora; ella había comentado al artista plástico que existía una editorial en la ciudad. Me reuní con Felipe en la inauguración de la Tanta Wawa, organizado por el municipio, a finales de octubre; este me mencionó para ser el encargado en la edición de su texto. Me entregó el manuscrito y nos despedimos.
Podría hablar del libro desde diversos aspectos; sin embargo, las primeras impresiones que causaron en mí, al leer la crónica, fueron dos: la primera es la identidad de un ayacuchano. Si una práctica la hacemos para sí, ipsum, a lo largo de los años nos mimetizamos a tal punto que dicha actividad simboliza nuestra personalidad. Era agradable pasar las líneas y encontrar un conjunto de escenas que representan la vida humanguina artística y culturalmente, entre los carnavales y la aproximación de la Semana Santa del 2015. Sin embargo, la ilación se rompe casi al comienzo, abruptamente, con los resultados del visitante que ya se encontraba allí, y el ser del narrador cambia a tal punto que dice: Tengo la impresión de que somos dos los que saludamos. Esta despersonalización presentada conduce a la segunda parte del libro que se maneja de forma sutil y, tal vez, el autor la haya percibido desde el instante en que empezó el libro: el optimismo. Hay un optimismo que se maneja desde que su narrador, Felipe, se entera de la presencia de este visitante. Desde el inicio no hay una línea de desesperanza o pesar a la vida –aclarando que el libro no es un texto de autoayuda–. El artista viaja a la capital, y como fundador de un grupo llamado Tercer ojo vive una ficcionalidad análoga con el cine, de esta forma visita los Santuarios o Templos (Clínicas) buscando samuráis (médicos) para que se arme la guerra en el campo de batalla, que no es otra cosa que su propio cuerpo. El optimismo está presente, pese a que lo cotidiano se cubre de malestar, dolor, angustia y burocracia médica… Felipe evoca su infancia y las veces que vivió fuera del país, de esta forma convive con los estragos de la guerra, hasta que el tiempo haga lo suyo.

El libro se presentó en el CC-UNSCH y en la presentación, para cambiar de formato, estuvieron dos médicos, el dr. Jaúregui y el oncólogo Cabala, el autor y mi persona, el editor; además del grupo de teatro Ave Fenix quienes escenificaron fragmentos del libro.
Se dice que llevamos una muerte incrustada en nuestro código genético, se vive diariamente con ella a tal punto que la retamos en cada actividad nuestra, y muchas veces se presenta de diversas maneras. Este libro es una experiencia de alguien que salió victorioso, por lo tanto, muy recomendable para el público lector.


El libro “Una Visita Inesperada” lo pueden adquirirlo en las siguientes direcciones de nuestra ciudad.

* Librería SAN MARCOS (La Higuera de la UNSCH).

* Librería STUDIO, Jr. Arequipa 1ra cuadra.

* Librería Cultural Jr. Asamblea 2da cuadra.

* Librería DIZMAR , Jr. 9 de Diciembre N°334 2do piso.

Felipe López Mendoza, Autor del libro “Una Visita Inesperada” 

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YO SOY AQUEL QUE AYER NO MÁS DECÍA…

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RUBÉN DARÍO (1867- 1916)

A JOSÉ ENRIQUE RODÓ

Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.

El dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;

y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita.

Yo supe de dolor desde mi infancia,
mi juventud...fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan su fragancia...
una fragancia de melancolía...

Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fue porque Dios es bueno.

En mi jardín se vio una estatua bella;
se juzgó mármol y era carne viva;
una alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.

Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía...

Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
hora de madrigal y de embeleso,
de "te adoro", de "ay!" y de suspiro.

Y entonces era en la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
un renovar de notas del Pan griego
y un desgranar de músicas latinas.

Con aire tal y con ardor tan vivo,
que a la estatua nacían de repente
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.

Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa verleniana,
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;

todo ansia, todo ardor, sensación pura
y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia y sin literatura...
si hay una alma sincera, ésa es la mía.

La torre de marfil tentó mi anhelo;
quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.

Como la esponja que la sal satura
en el jugo del mar, fue el dulce y tierno
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.

Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia
el Bien supo elegir la mejor parte;
y si hubo áspera hiel en mi existencia,
melificó toda acritud el Arte.

Mi intelecto libré de pensar bajo,
bañó el agua Castalia el alma mía,
peregrinó mi corazón y trajo
de la sagrado selva la armonía.

Oh, la selva sagrada! Oh, la profunda
emanación del corazón divino
de la sagrada selva! Oh, la fecunda
fuente cuya virtud vence al destino!

Bosque ideal que lo real complica,
allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela;
mientras abajo el sátiro fornica,
ebria de azul deslíe Filomela.

Perla de ensueño y música amorosa
en la cúpula en flor del laurel verde,
Hipsipila sutil liba en la rosa,
y la boca del fauno el pezón muerde.

Allí va el dios en celo tras la hembra,
y la caña de Pan se alza del lodo;
la eterna vida sus semillas siembra,
y brota la armonía del gran Todo.

El alma que entra allí debe ir desnuda,
temblando de deseo y fiebre santa,
sobre cardo heridor y espina aguda:
así sueña, así vibra y así canta.

Vida, luz y verdad, tal triple llama
produce la interior llama infinita.
El arte puro como Cristo exclama:
Ego sum lux et veritas et vita!

Y la vida es misterio, la luz ciega
y la verdad inaccesible asombra;
la adusta perfección jamás se entrega,
y el secreto ideal duerme en la sombra.


Por eso ser sincero es ser potente;
de desnuda que está, brilla la estrella;
el agua dice el alma de la fuente
en la voz de cristal que fluye de ella.

Tal fue mi intento, hacer del alma pura
mía, una estrella, una fuente sonora,
con el horror de la literature
y loco de crepúsculo y de aurora.

Del crepúsculo azul que da la pauta
que los celestes éxtasis inspira,
bruma y tono menor --toda la flauta!
y Aurora, hija del Sol--toda la lira!

Pasó una piedra que lanzó una honda;
pasó una flecha que aguzó un violento.
La piedra de la honda fue a la onda,
y la flecha del odio fuese al viento.

La virtud está en ser tranquilo y fuerte;
con el fuego interior todo se abrasa;
se triunfa del rencor y de la muerte,
y hacia Belén... la caravana pasa!


[París, 1904]


De Cantos de Vida y Esperanza