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La Poética Social de Teodosio Olarte. "Síndrome de humanidad "



Palabras liminares                                                                    
                                                                          
 Por: François Villanueva.

El gran pensador presocrático Arquímedes de Siracusa afirmó con inteligencia y espíritu humanista los motivos que le bastarían para transformar la realidad: “Dadme un punto de apoyo, la palabra justo y el asunto justo, y moveré el mundo”. Esto lo sabía muy bien el poeta peruano más universal César Vallejo, quien exhortó que es deber del escritor ser un artista comprometido con los problemas sociales, un revolucionario del verbo, un precursor de lo bello, lo bueno y lo justo. Entre ellos, con personalidad propia, genialidad singular y consistencia ideológica, se encuentra Teodosio Olarte y su gran aporte Síndrome de humanidad.
En el prólogo poetizado del autor, la voz descontenta y sumamente crítica versa que canta "para agitar silencios y conmover las sombras", pues la "mercancía de rituales capitalistas" está "bajo el control remoto de los dueños del mundo". El poeta se queja del imperialismo capitalista salvaje actual donde toda primera necesidad vital tiene un precio. "Todo se compra, todo se vende: / el agua cuesta, el aire, la luz; / y cuesta la defecación y cuesta la voz. / Alguien ha vendido también su alma / y es posible que mi cabeza de poeta  / ya tenga precio de interdicción".
Como un volcán, la voz poética del poemario Síndrome de humanidad dividida en tres secciones —Síndrome de humanidad, La mano del amor, y Huellas de colibrí—, encumbran erupciones de lava ardiente y artística mediante los hallazgos poéticos propios, producto de una batalla encarnizada entre el verbo y el sentimiento desbordante de expresar el reclamo, el sufrimiento, la protesta, la reivindicación y, al final, la esperanza, la alianza, el amor, la victoria y la adoración de la poesía que se admira, aquel canto que es la sublime epifanía del "síndrome de humanidad" en un mundo mercantilizado y deshumanizador.
En el poema I la voz impreca contra la figura encarnada en el "Dueño del mundo / hijo único de la soberbia y la calamidad", personaje que buscará emponzoñar e intimidar inútilmente el canto del poeta, que como un intelectual es el faro de conocimiento que irradia la Verdad, conoce los linderos negativos en los que ha caído el espíritu de la época. Es por ello que el versificador, testigo y defensor de las grandes mayorías explotadas por una injusta minoría avasalladora, es el poseedor del "síndrome de humanidad", aquel sentimiento que reconoce y repudia los abusos de los más poderosos contra los indefensos, y es con conocimiento de causa que protesta, lucha, canta y triunfa.
La poesía como protesta social, como testimonio revolucionario, como triunfo socialista, como condena severa, como crítica antisistema, como hermandad trabajadora, como búsqueda de un mundo mejor, siempre existe y existirá. Los poemas de Teodosio Olarte expresan el valor, el heroísmo, la perseverancia y la victoria de los pueblos dirigidos por el proletariado, que lucharon y luchan con tenacidad y con fe para construir un futuro mejor (llámese este el socialismo), donde no existan explotados ni explotadores. Se vale del llanto de los débiles, del quejido del explotado, del sudor del obrero, del hambre del menesteroso, de la injusticia cruel, de las enfermedades políticas, del dolor y sufrimiento de ser el hombre indefenso de la Historia. Y el cantor de poemas, aquel ser sensible que ofrece himnos al cielo y a la tierra, siempre ha de juzgar lo verdadero, su bandera es la verdad camuflada en metáforas lacerantes.
Es aquel "síndrome de humanidad", con su canto poético y profunda verdad, que hará florecer a los campos, cantar a las aves, vencer al hambre y la desolación, traer la paz y la justicia, creer en los sueños propios y ofrecernos la propiedad que nos pertenece por legalidad. Es decir, es la resistencia épica y trágica a través del arte surgido en contra del sistema de control que han implantado los "tiranosaurios", aquella metáfora encarnizada que alude a los hombres más poderosos y dominantes de los destinos del planeta. Es la espada luminosa de la Palabra, el síndrome de humanidad que tanto teme el gran sistema neocolonialista. Y de ahí que la voz poética asevere: "Más profunda que mi voz es la raíz de donde procedo! soy hijo de los músculos laboriosos con partida de Manifiesto". Manifiesto de lucha, manifiesto de vida, manifiesto de esperanza.
En este libro que el lector juzgará valioso, existe una crítica sustentada contra las referencias hebreas (acaso la Biblia no tuvo consecuencias fatales en la Historia), y es su tono poético iconoclasta, inconformista, y totalmente desmitificador de las religiones y las ideologías contemporáneas. Basta aprovechar el epígrafe citado en el libro del Evangelio de Lucas, donde el discípulo de Jesucristo se pregunta por la ceguera de los hombres ante el rumbo de la humanidad en los tiempos presentes, pese a que su perspectiva científica les ha otorgado el conocimiento sobre la naturaleza. Denuncia la hipocresía, la pasividad y falsedad ortodoxa de las ideas basadas en la fe cristiana. Y ya en el poema III se alude a un "héroe sin cruz", es decir, sin la carga cristiana por excelencia, con una mención a Moscú, el país del comunismo que entusiasmó a occidente en el siglo XX.
Incluso en La mano del amor, la segunda sección del poemario, el poeta clama por la afinidad de la ideología socialista suya con la de su amada: " Te espero en el parque, amor mío, / allí donde los obreros se aglomeran. / Ajustaremos de amor nuestros pasadores / y nos enrolaremos a sus banderolas". Amor de ideas, amor de amantes, amor de causas justas. "Nos uniremos cantando en el coro de las protestas / para rescatar la canción de nuestras fábricas encendidas", implora el amante como una promesa de amor.

Y es en Huellas de colibrí la sección donde se plasma la influencia maestra de grandes poetas que forjaron en sus versos los látigos del compromiso social sin menoscabar su arte: César Vallejo y Miguel Hernández. El poema final del poemario, como un tributo a esos rastros etéreos, culmina con estos versos vitales: "Porque vientos del pueblo nos llaman, / vientos del pueblo nos protegen, / vientos del pueblo nos animan… / hasta la victoria final de nuestra caminata” El Llamado está hecho, queda en nosotros escucharlo. 



Síndrome de humanidad 

Prólogo poetizado por el autor.

         Cantar es difícil en medio de la podredumbre.
         Ensayo mi voz y entono mi canto
         para sentirme flauta y bailar con el viento
         en nueva aurora que raye de canto a canto.

         Que la luz de los pueblos me brinde su pentagrama
          para agitar silencios y conmover las sombras
          y en alas de golondrinas cardinales
          podamos abrazar con ternura la palpitación del universo.


Ondas hertzianas acometen en la ciudad y el campo,
en tu casa, hasta tu dormitorio y tus sueños.
Tele-ruidos, tele-mandatos, tele-visión
llenan tu cielo de colores y esperanzas;
estrujan tus venas, anudan tu lengua,
barnizan tu cráneo vaciado de primaveras
hasta convertirte en suntuosa calavera,
mercancía de rituales capitalistas,
bajo el control remoto de los dueños del mundo.

Todo se compra, todo se vende:
el agua cuesta, el aire y la luz;
y cuesta la defecación y cuesta la voz.
Alguien ha vendido también su alma
y es posible que mi cabeza de poeta
ya tenga precio de interdicción.
Por eso he decido cantar
antes que me embarguen el ritmo de las venas.

Y aquí estoy
afilando mis armas musicales
para blandir en cinceladas melodías al lado de los míos.
Apología de los sonidos del universo
mi canto será siempre la palpitación de los desposeídos.
Ven, ayúdame a cantar esta enfermedad del canto,
toca mi cuerpo yo soy guitarra, arpa o violín;
soy flauta, piano, percusión del corazón.


              I

        Dueño del mundo,
hijo único de la soberbia y la calamidad,
puedes emponzoñar mi voz si te apetece contra natura
pero voy a cantar.
Con el tono de mi vena adyacente, con el coro de la luz,
con mi hambre de guitarra convertida en melodías,
voy a cantar.

Si te duelen mis campanas
hasta enfrentar tu rabia contra mi canto,
urdirás silenciarme, lo sé:
pero estos sones alineados no cesarán de tañer.
Jamás la sangre en tus cuchillos,
jamás la dentellada de tu pólvora,
jamás tus cárceles alevosas ni tus cánceres infiltrados
intimidarán mi canto.

Afila tu doble filo si quieres
pero no dejaré mi arpa iluminada,
mis cuerdas palpitando sus verbos agudos,
mi trompeta de vientos traspasados,
mi coro, mi grandísono coro de vida orbital,
de aliento ordenando su sinfonía a viva voz.

Sé que te abruma mi canto
nacido en el siglo audaz que cobijó mis inquietudes,
lleno de victorias desde las fábricas y el campo,
lleno de empuje musical para la alegría del futuro;
siglo veinte, que aun victorioso, conoció tu veneno;
que se guardó sus inquietudes para evitar tus hediondas pisadas,
que cumplió su papel en plena refriega,
que   aun   heroico   fue   traicionado,   vendido, descuartizado,
prostituido con tus soborníferos papeles
verdes de crimen y plusvalía.

Era, era, era, mi gloriosa era
descansa su trajinada suela, finisecular,
eslabonada con el camino del mañana.
Por eso seguiremos cantando, firme, unísono,
hasta abrir las puertas de la armonía;
entonces nos estaremos viendo en cada anillo del planeta,
en cada una de mis estrellas,
nos estaremos viendo, infame dueño del mundo.

Balanza mi canto abre sus corolas
peso a peso, tas a tas,
y mis primeras notas abrazan la abundancia del calor humano:
frentes sudorosas, húmeros, camisas arremangadas;
mi gente, mi gen urgente, mi dignísima gente
de hombres, mujeres y niños que nunca dejaron de pugnar...
¡Gloria a sus pies adelante! ¡A su cuerpo contundente, gloria!
¡Gloria mi canto a su lado! ¡Hurra! ¡Hurra!

Dueño del mundo, hijo putativo de tu propia digestión,
fabricante de héroes de material sintético
y de esperanzas a punta de falacias,
nos oponemos de humanidad a tus criminales desmanes
para rescatar el pan de nuestra producción.

Por eso mi canto es justo a la hora del yunque
en la agradable cadencia de los motores
en la infatigable providencia de los campos cultivados.
Y canto a viva voz como una cascada que hiende la tierra
en clave de sol torrente, en pentagrama de magnífica luz.



 L a  m a n o   d e l   a m o r 


Te espero en el parque, amor mío

Te espero en el parque, amor mío,
allí donde los obreros se aglomeran.
Ajustaremos de amor nuestros pasadores
y nos enrolaremos a sus banderolas.

Si me amas, allí cantaremos el himno de los obreros
para que nos escuchen en todos los latidos.
Que allí zarpe el viento de nuestra voz
en ese mar de fortalecidas emociones.

Mi corazón se regocija cuando te veo llegar.
Sé que el tuyo también danza en su rítmica aureola,
porque eres la compañera de mis alpargatas
y compañera de la bandera que agita mis convicciones,.
Amor contestatario en mi voz y la voz de los obreros,
para unirnos cantando en el coro de las protestas
para rescatar la canción de nuestras fábricas encendidas
para que nos devuelvan los surcos de nuestra heredad.

Tu fortaleza es de acero en tu simple contextura de flor
y una galaxia gira en tu sencillez de golondrina.
por eso te amo porque eres rosa blindada
dispuesta a defender el perfume del pueblo.


 Huellas del Colibrí. 


Mirando la pose vallejiana del mismo   Vallejo

Brindo en tu copa de vino trilce
para que me acompañe siempre en las calles
este hombre que me camina sin sosiego.

Sobre tu puño derecho descansa el mundo pensativo
en salutación habitual a los Pedro, a los Rojas,
a los milicianos de España,
a todos los hombres del dolor universal.
Y desde tus adentros se frunce el horizonte
allá en lontananza:
¡cuántos golpes de la vida
habrá que cantar todavía con alegres tiroriros!
Hijo y hermano del acero... ¡Camarada!

Respírame en tus alveolos
para encontrar la tráquea de tu flauta.
Lluévenos, Camarada, de oxígeno
para que salga el sol y nos toque su guitarra.
Que habiendo César
no podrán cesar nunca las lluvias de Vallecito,
desde Santiago de Chuco hasta el hombre,
para nosotros Vallejo,
César Vallejo completamente.
              Completamente
           además
                                                         
siempre,
completamente
             además
           TODO...

completamente, completamente.





Teodosio Olarte Espinoza
Poeta Ayacuchano de la generación del 70, fundador del Movimiento Literario Javier Heraud de Ayacucho. Ejerció la docencia en diversas universidades públicas y privadas del país, y en institutos superiores como la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes del Perú. Actualmente es docente titular de la Universidad Nacional de Educación “”Enrique Guzmán y Valle” - La Cantuta.
Entre sus publicaciones tiene en poesía: Sabina es también Junio en Ayacucho, Cincel, Carta a los trabajadores de la educación, Biografía del pan, Rapicha, Patio de recreo. Y en narrativa tiene Moico, El zapallo que quiso ser como la vid, Cuentos de la CP, EI Taxista.

2 comentarios:

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  2. Sin duda unos Profundos y a la vez claros y bellos poemas por parte de este gran Escritor,catedrico etc.

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