Aquellas huellas perdidas, recorrieron mis venas, como ríos silenciosos que arrastran memorias, de esos versos escritas en el software que nunca fueron enviadas, hasta llegar ser mustias, la que quedó tatuada en mi piel, susurrando lo que el alma no pudo olvidar.
I
Oh, mujer de mis desvelos,
en esta bruma que besa la luna,
mi pecho late al compás de tu ausencia,
y cada estrella que tiembla en el cielo
lleva grabado el susurro de tu voz.
Si el destino me condena a la penumbra,
seré el poeta errante en los abismos,
porque tus ojos, dos astros infinitos,
iluminan aún mis noches sin consuelo.
Y aunque el tiempo, clave espinas en mi carne,
no habrá llaga que no pronuncie tu nombre,
ni postal que no se tiña con el rojo pincel de mis lágrimas.
II
Oh, doncella del alba,
cuando el viento roza el misterio de tu esencia,
mi espíritu se inclina, rendido,
ante el hechizo que emana tus ojos sagrados.
Ese perfume granate que embriaga mi ser,
como néctar de dioses escondido en los floripondios,
anuncia el reino donde mi alma,
cansada de batallas, hallará reposo.
Y en la lluvia serena de tu mirada,
hallaré mi nirvana, mi edén, mi bálsamo,
para perderme, eternamente,
en la celestial dulzura de tu sonrisa.
III
En la hondura de la noche, mi amparo,
cuando el mundo calla y el cielo se viste de luto,
me guarezco en su manto para evadir
el filo helado de un enero sin tu aliento.
Allí, en secreto, mis manos dibujan en el aire
la ternura sagrada de tu semblante,
que surge, diáfana, como un milagro,
y me envuelve con su fulgor de aurora.
Mas, ay, cruel destino,
al despuntar el alba se disipa tu esencia,
como las cuatro notas de un arpegio etéreo
que, al despertar, deja al poeta
solo, con el eco de tu amor en sus labios.
XI
En el filo ardiente del ocaso,
donde el viento lleva coronas de fuego,
mi pecho tiembla, Oh amada,
pues el amor se agita como ave herida
en la penumbra de este frenesí callado.
Cada latido, un bemol doliente,
resuena en los salones vacíos de mi ser,
y en su eco, el presagio cruel
del infortunio que es tu lejanía.
Mas, aunque la sombra de tu ausencia me devore,
seré centinela de tu recuerdo,
poeta que desafía al viento,
por besar, siquiera en sueño,
el resplandor de tu retorno.
XII
En las sombras del misterio,
donde los sueños tejen sendas imposibles,
vaga mi deseo, noble y errante,
por el laberinto donde tu nombre se oculta.
Allí, entre fauces suaves como terciopelo,
se disuelve mi anhelo en dulce agonía,
y una lágrima, hecha nieve de cristal,
cae silenciosa, portando el fulgor de mi fe.
Oh, gota pura que brilla en la penumbra,
guía mis pasos hasta tu abrazo,
pues en tu cercanía descansa
la esperanza invencible de este juglar que te ama.
XII
Oh, memorias que el tiempo no doblega,
cual hojas secas que aún guardan fragancias,
tus versos de abril acarician mis huesos
y me arrastra, inexorable, al setiembre de tu hechizo.
Aquel setiembre, cuna de mi delirio,
tejió en el silencio la música de tu ser,
y en cada suspiro que robaste a mi pecho
nació un amor que ni el invierno logra enterrar.
Vinieron los agostos con su llanto de follaje,
noviembres con su manto de congoja,
y en cada uno, oh amada,
la sombra de tu distancia hirió mi nobleza.
Mas cuando tus pasos, cual melodía perdida,
volvieron a mi orilla, la vida reverdeció.
Era mayo disfrazado de primavera,
era setiembre que florecía en enero,
y yo, ciego de júbilo, hallé en tus ojos
el alhelí de todos los otoños.
Hoy sé que ningún calendario borra tu fulgor,
ni enero, ni diciembre, ni el más severo invierno.
Pues basta que una sonrisa tuya me roce el alma
para encender de nuevo el amor en las ruinas,
y amar, una vez más,
ese imposible setiembre donde comenzó mi eternidad.
XVII
Un año,
y en su ocaso dorado,
tu sonrisa fue faro entre las hojas caídas,
promesa leve que acarició mi nostalgia.
Un otoño,
y en su setiembre renacido,
tu mirada encendió los jardines del alma,
flor temprana que quebró mi quietud.
Un setiembre,
y en su jueves sagrado,
hallé la dulzura que hizo temblar mis manos,
como vino suave que embriaga al corazón.
Un jueves,
y en su brisa errante,
descubrí que mi sentir era llama y herida,
fuego que arde aun en la noche más fría.
Mas hoy, en este otoño que llora en junio,
bajo el manto sigiloso de su noche,
anhela mi pecho hallar en el silencio
el olvido que nunca llega,
porque aun buscándolo,
te ama.
XVIII
Ilusiona, oh sombra encantada,
el camposanto donde duermen las promesas,
bajo luces negras que lloran su misterio
y flores azules que suspiran tu nombre.
Ilusiona tu acuarela de memorias,
pintada con notas que saben a despedida,
melodía que acaricia la herida del tiempo
en el horario secreto donde el alma tiembla.
Ilusiona el ayer,
fantasma que vuelve con pasos de seda,
trayendo en su aliento el perfume del amor perdido,
para recordarme, cruel y a la vez dulce,
que hasta en el olvido florece tu recuerdo.
Hiroshi Haruki Watanabe Tsutaya. (Ayacucho - Huanta, Perú) es poeta, escritor y periodista peruano, cuya obra se centra en la defensa y difusión de la cultura andina y de la lengua ancestral. Su propuesta literaria se caracteriza por el bilingüismo: castellano y runa simi (quechua) y por una profunda conexión con la realidad social, histórica y cultural de Ayacucho, tierra marcada tanto por la riqueza de su herencia andina como por los procesos de violencia y memoria que han atravesado su historia reciente.
Realizó sus estudios en la Universidad
Nacional San Cristóbal de Huamanga (UNSCH), donde se graduó como profesor
de Educación Secundaria con especialidad en Lengua y Literatura, obteniendo
su título en el año 2011. Durante su etapa académica destacó por su compromiso
y desempeño, recibiendo un premio a la eficiencia administrativa
otorgado por la misma universidad.
Más allá de su labor docente, Hiroshi Haruki, ha desarrollado un trabajo constante como gestor cultural,
participando en la organización de eventos literarios, encuentros de escritores
y actividades orientadas a la preservación y revitalización del quechua. Watanabe, ha ocupado
puestos de liderazgo en diversas organizaciones literarias de Ayacucho,
consolidándose como una figura representativa en la promoción del arte y de la
literatura andina contemporánea.
Su producción poética y narrativa
explora la memoria, la identidad y el vínculo entre el ser humano y la
naturaleza, incorporando símbolos, paisajes y expresiones propias de la
cosmovisión quechua. Como periodista y escritor, ha asumido también un
compromiso testimonial, visibilizando la lucha de los pueblos andinos por la
dignidad, la justicia social y la preservación de sus tradiciones.
De esta manera, Hiroshi Haruki Watanabe Tsutaya. se ha convertido en una voz relevante dentro del panorama
cultural peruano, contribuyendo desde la palabra escrita y la gestión cultural
a fortalecer los puentes entre la literatura, la memoria y la identidad andina.