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CAYO SANTOS HUAMÁN.

    Cayo Santos, poeta, cantor y bohemio de reconocida trayectoria artística literaria. Es el juglar del pueblo; pícaro, romántico y enamorador en la poesía Ayacuchana, es uno de los prototipos de la declamación, que en eventos literarios se trata siempre está presente con sus improvisadas actuaciones ya sea en la ciudad de Huamanga o en el interior del país. Como cantor y poeta del pueblo predica la poesía proletaria con un fondo social.


ARENAL

Te vi
Meciéndote
 en el viento de la tarde
(Sirena soñabas
 volver a la mar)
Y…
al oscurecer llegamos
como estrellas fugaces
antorchas
y
coraje
y
se entretejieron
 las esteras
nuestras
y
llenamos de voces
nuestros sueños
¡Arenal!
y
así
     despertaste
vestida de pueblo joven.
De: “Capullo”.



NINA ÑAWICHAY

      Tuna
           tunita
      bordada de agujitas
      coponcito de los “Andes”
      pepitas de miel.

      Tuna
           tunita
      con tu pollerita amarillazul
      pintas los campos
      color de los caminos
      perfumada de amor.

      Tuna
           tunita
      agua del desierto
      pan del hambriento
      germinas aun en el fuego.

      Tuna
           tunita
      niña campesina
      armada para la injusticia
      centinela floreada
      guerrera de mis versos
      tierna creces
      blanca me esperas
      roja esmeralda
      corazón
      canción morada
      dorada libertad.

                                       De: “Capullo”


Casa

      Alquilada

Mi casa tiene la tristeza de un pescado
Que no pudo ser vendido
Porque  fue voluntario
En las redes de los pescadores

Mi casa tiene un jardín
Donde mean todas las mañanas
Los perros a la rosa amarilla
Que no pudo florecer
Por ser dueña de Antamina

Mi casa tiene la soledad de un poeta
Pegado en la pared
Mirando fijo a los ojos de una araña
Comiéndose una mosca
Esquina oculta del silencio

Mi casa tiene un techo
Con un agujero grande bien grande
Por donde se mete el cielo
No tenemos puertas
A donde vamos no salimos
  
            Mi casa es un fumadero
Llamado país
Donde todo es ilusión
Si crees que la verdad no es droga
No eres de este mundo paisano…
Mierda… aquí nada es real
(De Pueblo Joven, Poetas caminantes)


CAYO SANTOS HUAMÁN (Callao, 1965)
       Es Licenciado en Lengua y Literatura por la 
Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga.
Realizo estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes 
FELIPE GUAMÁN POMA DE AYALA. 

Ha publicado:
“Cambio de Guardia” 
“Capullo” 
“Pueblo Joven, Poetas Caminantes”






HORIZONTES ENCONTRADOS EN "LA MORFOLOGÍA DEL TIEMPO" DE PEDRO OLÓRTEGUI.



Por: Gloria Dávila Espinoza*
        Desde el título de la obra, el poeta ayacuchano Pedro Olórtegui, nos entrega una singular obra poética, “La morfología del tiempo” No quepa la menor duda que provoca leerla, y beber de su poesía, para oír la voz del poeta, en ese silencio que arremete hasta encontrarnos “Oscilando en el extravío” como cuando señala en (p. 13):

“No recuerdo a la muerte sobre mis ojos
Ni a ella doblemente muerta.
No recuerdo haber pasado una temporada en el infierno pero sí, a la sombra de un ciprés, haberme hallado bailando y ahorcado.”

   Leer su poesía evoca la razón única de atisbar con detenimiento y celeridad la poética de los jóvenes en este siglo XXI, en donde cada verso trasuntan sus pensamientos, sueños y sufrimientos; y tal como nos ofrece Olórtegui en su verso-mundo, toda su creación artística, y ella nos conduce de la mano a transitar por los meandros de ese pasadizo de su poesía existencialista que pese a su juventud no está exenta de madurez literaria, como tal, declaro que sus poemas navegan en un mar de melodías-versos y su secreto es develado de modo muy sutil, allí, precisamente, en cada uno de sus poemas que liberan adrenalina y regresión como en la rueda del Samsara. Acá un ejemplo un extracto de: “Pretérito en el exilio” (p. 36):

“Ya todo se pierde,
entre los vientos
sobre el desierto agrietado,
tirana noche de las llanuras,
en la tarde desembocada de crespúsculos.
más allá de las montañas
En el huesudo peso de la ausencia”

La poesía es valedera si leerla genera no solo emociones, sino inmensas ganas de reflexionar y eso es lo que me produjeron los poemas de Olórtegui. Su trabajo replantea un nuevo enfoque poético, una mirada más profunda a la poesía. No en vano expone su gusto por la poesía de Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire, Alejandra Pizarnick entre otros tantos consagrados maestros de la poesía mundial.

    Recuerdo vívidamente el día que lo conocí: Feria del Libro de Huancayo, a donde me había constituido por invitación de otro poeta. En ese tiempo, Pedro me entregó su poemario, lo había leído con avidez e incluso se lo manifesté: Me agrada tu forma de escribir, rió y dijo: gracias. Y en verdad no solo me agradó sino que me trajo con ella a aquellos filósofos quienes se centraron en el análisis de la condición de la existencia humana, la libertad y la responsabilidad individual, las emociones, así como el significado de la vida. Hoy entrego a ustedes una selección de sus poemas, de este libro “La morfología del tiempo” a fin de que, por cuenta propia, señalen la validez de su hermosa obra poética; la misma que estdá compuesta por 30 poemas y los que se han presentado en dos grupos: Los horizontes perdidos, Estación de Albatros y un epílogo. Larga vida para este poeta y sus creaciones.

      Selección de Gloria Dávila:

OSCILANDO EN EL EXTRAVÍO.
A Pilar, Por el silencio oscuro de su frente.
NO RECUERDO A la muerte sobre mis ojos
ni a ella doblemente muerta.
no recuerdo haber pasado Una temporada
en el infierno pero sí,
a la sombra de un ciprés, haberme hallado bailando y ahorcado.
No recuerdo envolverme en las obscuras ubres de la locura
Ni la inmensidad profunda del abismo.
No recuerdo la rueda ardiente ni el lejano horizonte de Ariel.
No recuerdo el amor en el silencio de Alejandra ni el pájaro profeta que la abrazaba en su naufragio.
No recuerdo el viento y la sal ni a la Alfonsina perfumada y vestida de mar
No recuerdo en Viena el vals junto a Federico en el desván del lirio
Ni al fresco paisaje de su herida que corría de Viznar a Alfacar.
No recuerdo a Juan decirme en una carta abierta y en el exilio que dios era mujer o una enfermera loca de Pickapoom.
No recuerdo la persecución de los pasos invisibles pero sí a las legiones demenciales de la noche.
No recuerdo tener espinas clavadas en el corazón ni Como los erizos habitar el olvido en el si bemol de un Pequeño Rocanroll.
No recuerdo a Julio Ramón en las antípodas de Epicuro Ni a Jekyll y Hyde en la morfina y el gingseng en el Romance de Curro.
No recuerdo ser Piter Pan ni Robinsón de Tournier.
No recuerdo el silencio inmóvil detenerse en la página virgen de una habitación cerrada.
No recuerdo recorrer Comala con el paso extenso, los ojos hambrientos y los latidos secretos.
No recuerdo llevar perdida la mirada en el desconcierto
pero sí al viento soplar la llama invisible dela liento.
No recuerdo aquella Estación violenta la que el sueño y el olvido
me entregaron en una noche desierta.
No recuerdo haber visto el puñal alzarse con delirio ni oír el grito de aquel hombre sobre el sillón de terciopelo verde presa de su martirio.
No recuerdo los Cien años haber pasado sin siquiera con la soledad hacer un pacto honrado.
No recuerdo a Mann, a Yats, a Dylan, no a Bob sino a Thomas.
No recuerdo a Frida esperar alegre la partida y tampoco en su volar volver a verla regresar jamás.
No recuerdo el frío de la noche junto a Joaquín, con sus versos de machín, un trombón y bombín.
No recuerdo a Mario sentirse papel mojado en un buzón sin tiempo y espera y viceversa
Ni a José esperar tan lejos y tan pronto y de cerca y con demora su última llamarada.
No recuerdo la desesperación ni el augurio ni el río ni el destiempo.
No recuerdo a mi Pilar en su ausencia y a su amor en vela dormida
Ni al oleaje de sus manos sostenerme la mirada en mi última caída.

FLOR DE FE.
ENCERRADME EN EL detenimiento
hasta el chasquido ebrio de febrero
perdido en el olor
habitante del extravío
en el pelo delicado de los océano,
sin vida y sin vacíos.
Te llevaré conmigo viento peregrino
amando los minutos,
mojando el alba en los óleos del camino
Solo cuerpo silvestre que se ufana ignorado
con la muerte sola y el dolor en calma.
Desnudo y retirado donde mi corazón me mira
taciturno, inmundo y desierto de más.
Así me veo, hallado en el mar de estepa donde crece
las manos de la sombra que son la nada que me sobra.
Luna de las arenas,
tienes la sangra de un ruiseñor
que agoniza lúgubre con el viento,
sosteniendo,
el cielo y el silencio.

PRETÉRITO EN EXILIO.
YA TODO SE pierde,
entre los vientos
sobre el destierro agrietado
tira noche de las llanuras,
en la tarde desembocada de crepúsculos.
Más allá de las mañanas.
En el huesudo peso de la ausencia.
Ya en el extravío
en el corazón sediento de los pájaros
en las alas de los muertos
bajo el tiempo del otoño
en el alto silencio
desde el olvido.
En los inválidos números infinitos.
Desde donde resopla el viento
el rostro de la sombra por mis manos,
desde donde la muerte,
silente, a esta parte
me obscurece irremediable, el sueño.

*Gloria Dávila Espinoza. Huánuco 1961, poeta, narradora, teatrista y activista indígena. Doctora en Ciencias de la Educación. Traducida al francés, rumano, catalán, alemán, inglés y coreano. Ha sido antologada en Medio Oriente, América del Sur, Europa, Asia y Centroamérica. Premiada fuera y dentro de su país. Ha publicado 6 libros: Redobles de Kesh, Kantos de Ishpingo, La firma, Danza de la noche, El hijo de Gregor Samsa y La casa del demonio.

TUPAC AMARU QAPAQ TAYTANCHIKMAN (HAYLLI TAKI) A NUESTRO PADRE CREADOR TUPAC AMARU (HIMNO CANCION).




José María Arguedas Altamirano.

        Lucanas india, mamay Doña Cayetana. Awqa wasipi, wakchawarmalla kachkaptiy, pay urpi sunqunwan, kuyay wiqinwan uywallawarqa. Tawantin Puquio ayllukuna allin qarikunaman. Paykumapim qawarqani warma sunquywan kumunirupa kallpanta, imaymana ruway atisqanta.


                 A Doña Cayetana, mi madre india, que me protegió con sus lágrimas y su ternura, cuando yo era niño huérfano alojado en una casa hostil y ajena. A los comuneros de los cuatro ayllus de Puquio en quienes sentí por vez primera, la fuerza y la esperanza.
Tupac Amaru, hijo del Dios Serpiente; hecho con la nieve del Salqantay; tu sombra llega al profundo corazón como la sombra del dios montaña, sin cesar y sin límites.
Tus ojos de serpiente dios que brillaban como el cristalino de todas las águilas, pudieron ver el porvenir, pudieron ver lejos. Aquí estoy, fortalecido por tu sangre, no muerto, gritando todavía.
Estoy gritando, soy tu pueblo; tú hiciste de nuevo mi alma; mis lágrimas las hiciste de nuevo; mi herida ordenaste que no se cerrara, que doliera cada vez más. Desde el día en que tú hablaste, desde el tiempo en que luchaste con el acerado y sanguinario español, desde el instante en que le escupiste a la cara; desde cuando tu herviente sangre se derramó sobre la herviente tierra, en mi corazón se apagó la paz y la resignación. No hay sino fuego, no hay sino odio de serpiente contra los demonios, nuestros amos.


Está cantando el río,
está llorando la calandria,
está dando vueltas el viento;
día y noche la paja de la estepa vibra;
nuestro río sagrado está bramando;
en las crestas de nuestros Wamanis montañas,
en su dientes, la nieve gotea y brilla.
¿En dónde estás desde que te mataron por nosotros?


Padre nuestro, escucha atentamente la voz de nuestros ríos; escucha a los temibles árboles de la gran selva; el canto endemoniado, blanquísimo del mar; escúchalos, padre mío, Serpiente Dios. ¡Estamos vivos; todavía somos! Del movimiento de los ríos y las piedras, de la danza de árboles y montañas, de su movimiento, bebemos sangre poderosa, cada vez más fuerte. ¡Nos estamos levantando, por tu casa, recordando tu nombre y tu muerte!

En los pueblos, con su corazón pequeñito, están llorando los niños.
En las punas, sin ropa, sin sombrero, sin abrigo, casi ciegos, los hombres están llorando, más tristes, más tristemente que los niños.
Bajo la sombra de algún árbol, todavía llora el hombre, Serpiente Dios, más herido que en tu tiempo; perseguido, como filas de piojos.
¡Escucha la vibración de mi cuerpo! Escucha el frío de mi sangre, su temblor helado.
Escucha sobre el árbol de lambras el canto de la paloma abandonada,
nunca amada;
el llanto dulce de los no caudalosos ríos, de los manantiales que suavemente
brotan al mundo.
¡Somos aún, vivimos!


De tu inmensa herida, de tu dolor que nadie habría podido cerrar, se levanta para nosotros la rabia que hervía en tus venas. Hemos de alzarnos ya, padre, hermano nuestro, mi Dios Serpiente. Ya no le tenemos miedo al rayo de pólvora de los señores, a las balas y la metralla, ya no le tememos tanto. ¡Somos todavía! Voceando tu nombre, como los ríos crecientes y el fuego que devora la paja madura, como las multitudes infinitas de las hormigas selváticas, hemos de lanzarnos, hasta que nuestra tierra sea de veras nuestra tierra y nuestros pueblos nuestros pueblos.

Escucha, padre mío, mi Dios Serpiente, escucha:
las balas están matando,
las ametralladoras están reventando las venas,
los sables de hierro están cortando carne humana;
los caballos, son sus herrajes, con sus locos y pesados cascos, mi cabeza,
mi estómago están reventando,
aquí y en todas parte;
sobre el lomo helado de las colinas de Cerro de Pasco,
en las llanuras frías, en los caldeados valles de la costa,
sobre la gran yerba viva, entre los desiertos.

Padrecito mío, Dios Serpiente, tu rostro era como el gran cielo, óyeme: ahora el corazón de los señores es más espantosos, más sucio, inspira más odio. Han corrompido a nuestros propios hermanos, les han volteado el corazón y, con ellos, armados de armas que el propio demonio de los demonios no podría inventar y fabricar, nos matan. ¡Y sin embargo, hay una gran luz en nuestras vidas! ¡Estamos brillando! Hemos bajados a las ciudades de los señores. Desde allí te hablo. Hemos bajado como las interminables filas de hormigas de la gran selva. Aquí estamos, contigo, jefe amado, inolvidable, eterno Amaru.

Nos arrebataron nuestras tierras. Nuestras ovejitas se alimentan con las hojas secas que el viento arrastra, que ni el viento quiere; nuestra única vaca lame agonizando la poca sal de la tierra. Serpiente Dios, padre nuestro: en tu tiempo éramos aún dueños, comuneros. Ahora, como perro que huye de la muerte, corremos hacia los valles calientes. Nos hemos extendido en miles de pueblos ajenos, aves despavoridas.
Escucha, padre mío: desde las quebradas lejanas, desde las pampas frías o quemantes que los falsos wiraquchas nos quitaron, hemos huido y nos hemos extendido por las cuatro regiones del mundo. Hay quienes se aferran a sus tierras amenazadas y pequeñas. Ellos se han quedado arriba, en sus querencias y, como nosotros, tiemblan de ira, piensan, contemplan. Ya no tememos a la muerte. Nuestras vidas son más frías, duelen más que la muerte. Escucha, Serpiente Dios: el azote, la cárcel, el sufrimiento inacabable, la muerte, nos han fortalecido, como a ti, hermano mayor, como a tu cuerpo y tu espíritu. ¿Hasta donde nos ha de empujar esta nueva vida? La fuerza que la muerte fermenta y cría en el hombre ¿no puede hacer que el hombre revuelva el mundo, que lo sacuda?

Estoy en Lima, en el inmenso pueblo, cabeza de los falsos wiraquchas. En la Pampa de Comas, sobre la arena, con mis lágrimas, con mi fuerza, con mi sangre, cantando, edifiqué una casa. El río de mi pueblo, su sombra, su gran cruz de madera, las yerbas y arbustos que florecen, rodeándolo, están, están palpitando dentro de esa casa; un picaflor dorado juega en el aire, sobre el techo.

Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo. Con nuestro corazón lo alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo no extinguido, con la relampagueante alegría del hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos envolviendo. Hemos de lavar algo las culpas por siglos sedimentadas en esta cabeza corrompida de los falsos wiraquchas, con lágrimas, amor o fuego. ¡Con lo que sea! Somos miles de millares, aquí, ahora. Estamos juntos; nos hemos congregado pueblo por pueblo, nombre por nombre, y estamos apretando a esta inmensa ciudad que nos odiaba, que nos despreciaba como a excremento de caballos. Hemos de convertirla en pueblo de hombres que entonen los himnos de las cuatro regiones de nuestro mundo, en ciudad feliz, donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no odie y sea limpio, como la nieve de los dioses montañas donde la pestilencia del mal no llega jamás. Así es, así mismo ha de ser, padre mío, así mismo ha de ser, en tu nombre, que cae sobre la vida como una cascada de agua eterna que salta y alumbra todo el espíritu y el camino.

Tranquilo espera,
tranquilo oye,
tranquilo contempla este mundo.
Estoy bien ¡alzándome!
Canto;
mismo canto entono.
Aprendo ya la lengua de Castilla,
entiendo la rueda y la máquina;
con nosotros crece tu nombre;
hijos de wiraquchas te hablan y te
escuchan
como el guerrero maestro, fuego
puro que enardece, iluminando.
Viene la aurora.
Me cuentan que en otros pueblos
los hombre azotados, los que sufrían,
son ahora águilas, cóndores de
inmenso y libre vuelo.
Tranquilo espera.
Llegaremos más lejos que cuanto tú quisiste y soñaste.
Odiaremos más que cuanto tú odiaste;
amaremos más de lo que tú amaste,
con amor de paloma encantada, de calandria.
Tranquilo espera, con ese odio y con ese amor sin sosiego y sin límites, lo que tú no pudiste lo haremos nosotros.
Al helado lago que duerme, al negro precipicio,
a la mosca azulada que ve y anuncia la muerte
a la luna, las estrellas y la tierra,
el suave y poderoso corazón del hombre;
a todo ser viviente y no viviente,
que está en el mundo,
 en el que alienta o no alienta la sangre, hombre o paloma, piedra o arena,
haremos que se regocijen, que tengan luz infinita, Amaru, padre mío.
La santa muerte vendrá sola, ya no lanzada con hondas trenzadas ni estallada por el rayo de pólvora.
El mundo será el hombre, el hombre el mundo, todo a tu medida.

Baja a la tierra, Serpiente Dios, infúndeme tu aliento; pon tus manos sobre la tela imperceptible que cubre el corazón. Dame tu fuerza, padre amado.




Tomado del libro: Katatay, (Editorial Horizonte. 1984)

EL HUAYNO AYACUCHANO.


Flor de RetamaRICARDO DOLORIER URBANO.
                                   "Flor de retama me salió de adentro"

           Ricardo Dolorier, compuso esta canción hace más 40 años  que se ha convertido en himno para el pueblo peruano. 

          Hace más de cuarenta años, indignado y conmovido por los sucesos de Huanta, pues los sinchis habían baleado a estudiantes, profesores y campesinos, el maestro Ricardo Dolorier, huantino que trabajaba en Lima, compuso la canción "Flor de retama". Este huaino, que describe la dura represión del 22 de junio de 1969, desde entonces se ha convertido en un canto obligado en las jornadas de protesta y también en fiestas populares, familiares, cuando aflora el descontento y la rebeldía.


       "Todo comenzó cuando el gobierno de Juan Velasco Alvarado atentó con contra la gratuidad de la enseñanza pública –narra el maestro–. Con el decreto supremo 006 reglamentó que si un estudiante de secundaria desaprobaba un curso debía pagar cien soles mensuales durante el año"."Eso dio lugar a un 46% de deserción escolar. Hubo protestas en todo el país, sobre todo en Ayacucho", detalla Dolorier. "Yo no estaba en Huanta, pero me enteré muy bien de los hechos y lo que también me entristeció es que allí murieron dos alumnos míos muy queridos".Cuenta que se reunieron cerca de diez mil personas entre profesores, escolares y campesinos y marcharon a la plaza de Huanta. Para llegar a ella debían pasar por la comisaría, pero la calle estaba bloqueada. Fue entonces que se produjo un incidente."Una campesina se enfrentó a un policía y éste la amenazó, dicen que la señora alzó un palo y le dijo ‘una sola es la vida, una sola es la muerte’ y arremetió. El policía ahí nomás le disparó. Después de eso todo se hizo incontrolable, tanto que llegaron los sinchis y oficialmente hubo 20 muertos y cientos de herido, pero hubo más", refiere el maestro Dolorier.

-¿La canción la escribió de inmediato?

-No, fue un proceso que me angustió mucho. Yo no escribía canciones, pero sí uno que otro poema que era versos cambiados de otros poemas. Escribir "Flor de retama" fue arrojar lo que tenía adentro.

-¿Cuando la terminó, a quién la mostró primero?

-A Oswaldo Reynoso, que se conmovió, me abrazó. Después a Álvaro Villavicencio, que se arrodillo, lloró. También a Manuel Acosta Ojeda.


-¿Quién la grabó primero?

-El Trío Huanta, en un disco 45 rpm, pero salió incompleta porque el disco no alcanzó.


-La cantan todos, Martina Portocarrero por supuesto.

-Sí, Martina fue muy importante para la difusión de "Flor de retama", pero su temperamento va en contra de la melodía. Josefina Ñahui es al revés, la melodía se impone al temperamento de le canción. A mi modesto juicio, quien la canta bien es Edwin Montoya.

-Pero usted también la canta...
-Sí, pero la canto muy mal.

                                             Tomado de:   La República de hoy.








RICARDO DOLORIER Y MARGOT  PALOMINO. 
                               RICARDO DOLORIER Y AMANDA PORTALES.

HOJA DE VIDA DEL MAESTRO:

       El Maestro Ricardo Dolorier Urbano, de padre huancavelicano y madre huantina,       maestro educador, compositor del famoso huayno «La Flor de la Retama», lo cual es interpretado por famosos cantantes nacionales.                                                                          Profesor Principal de Lengua de la Universidad Nacional de Educación «Enrique Guzmán y Valle», La Cantuta, Director Universitario de Bienestar Universitario, Decano de la Facultad de Lenguas, Literatura y Arte; Premio Nacional de Educación «Horacio l980»; Medalla y Diploma al Maestro por el Consejo Provincial de Lima Metropolitana; título honorífico de «Maestro de los maestros del Perú», conferido por el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación, SUTEP.




 La Flor de Retama.


      I
Vengan todos a ver, hay vamos a ver...
En la plazuela de Huanta,
amarillito Flor de Retama,
amarillito, amarillando,
Flor de Retama.
             II
Donde la sangre del pueblo,
ay, se derrama…
allí mismito florece,
amarillito, amarillando, Flor de Retama.
              III
Por Cinco Esquina están,
los Sinchis entrando están.
Van a matar estudiantes
huantinos de corazón,
amarillito, amarillando Flor de Retama.
Van a matar campesinos
Huantinos de corazón,
amarillito, amarillando, Flor de Retama.

        Fuga
           I
Los ojos del pueblo tienen
hermosos sueños
sueñan el trigo en las eras,
el viento en las praderas
y en cada niño una estrella.

           II

La sangre del pueblo tiene
rico perfume
huele a jasmínes, violetas,
geranios y margaritas,
a pólvora y dinamita,
Carajo, a pólvora y dinamita.
Carajo.

                                                   
                                                   Autor: Ricardo Dolorier Urbano.

ESTANCIAS DE LA ESCRITORA GLORIA DÁVILA EN HUAMANGA - AYACUCHO.


                                                                                                                                         Por: Lenon Tomás Tutaya De la Cruz.


       Arribó a la tierra de los Wallpa suas, Huamanga. La Maestra, poeta narradora, teatrista, activista, promotora y difusora de la cultura indígena en el Perú, al igual que el Amawta José María Arguedas Altamirano.  Para regalarnos en esta ocasión uno de sus libros de cuentos que es un verdadero homenaje a nuestro varayuq mayor José María Arguedas. En su obra la Huanuqueña  Gloria Dávila, narra historias inspiradas en la vida del autor de “Todas las Sangres”. 
   
   

       Ella estuvo por estos lares para presentarnos su sexto libro denominado “La casa del demonio” (sajra wayin)  que se realizó el día lunes 15 de octubre en los ambientes del auditorio principal del CC. UNSCH.  La presentación se desarrolló con un programa muy especial en presencia de autoridades de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, escritores y artistas de la ciudad. El comentario respectivo del libro estuvo a cargo del escritor Marcial Molina Richter y del escritor, poeta crítico Elmer Arana Mesías.
      En esta actividad cultural se hicieron presentes las alumnas y maestros de la I.E. Haya de la Torre de Vinchos, entregándole un recuerdo muy especial a la escritora y haciéndole madrina de la promoción 2012  y de tal manera  lleva por nombre. «Gloria Margarita Dávila Espinoza».
       La escritora  Huanuqueña brilló con luz propia derrochando belleza y arte, regalando al público presente un poema como sólo ella lo sabe hacer, como una verdadera amante de la cultura indígena declamó en quechua, alemán, ingles, portugués y culminando en español. Al final de este acto cultural compartió con el público firmando los libros y tomándose fotografías con sus lectores.
Al día siguiente del evento la escritora Dávila viajó al Distrito de Vinchos, uno de los quince distritos que conforman la Provincia de Huamanga, donde compartió momentos gratos con la comunidad estudiantil  y  sus nuevas ahijadas, realizando talleres, conversatorios, recitales, etc. la escritora recordó momentos de sus niñez al encontrar tirado en el suelo una avellana de eucalipto, al sentir su exquisita aroma que brotaba de ella, conmemorando que en ocasiones de su infancia brincaba bajo las arboledas de eucaliptos en su tierra natal, su querido  Huánuco.
También aprovechó su estadía  en Ayacucho para viajar al Distrito de Quinua y las pampas de Ayacucho. 
       Gloria Dávila Espinoza, Huanuqueña de nacimiento, nace el 01 de abril de 1961, con estudios  de Doctorado en Ciencias de la Educación, ha sido traducida al alemán, inglés, portugués, catalán, rumano,  francés y coreano.  Acreedora de numerosos premios, dentro y fuera del país y forma parte de innumerables antologías en Medio Oriente, Europa, América, Asia y Centroamérica.

Entre sus publicaciones tenemos:
  1. Redobles de Kesh.
  2. Kantos de Ishpingo.
  3. La firma.
  4. Danza de la Noche.
  5. El hijo de Gregor Samsa.
  6. La casa del Demonio.

Pasajes del evento...

La mesa de honor.
 Gloria Dávila rodeado por los miembros de la AEDA, y QANTU.

                                                                 

la comitiva de Vinchos... 








La escritora recibiendo el presente.